Fabián y Estela: la dura historia de dos envenenados por el campo
Hablar de agroquímicos y el impacto en la salud nos lleva ineludiblemente a las historias de la docente rural Estela Lemes y del peón rural Fabián Tomasi.
Hablar de agroquímicos y el impacto en la salud nos lleva ineludiblemente a las historias de la docente rural Estela Lemes y del peón rural Fabián Tomasi.
El encuentro se hizo esperar. Días y semanas enteras de lluvia lograron posponer una y otra vez el esperado encuentro. Coinciden en la necesidad de un cambio en el sistema de producción aunque Fabián no es tan optimista. Asegura que “todos los gobiernos fueron y son cómplices del mal accionar del campo”.
Se miran y se entienden. Cuentan sus dolores, los temores y se admiran. Los dos atraviesan por la misma afectación, una condena injusta de la que ninguno es responsable.
El ambientalismo parece ser cosa de otros… “nosotros no somos ambientalistas, somos afectados por un sistema de producción que le importa más llenarse los bolsillos que la salud de la gente”, resumen.
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Después de muchas charlas telefónicas, chats y viajes suspendidos por la lluvia, por fin llega el día de encontrarnos en Basavilbaso con Fabián Tomasi y Estela Lemes.
Él vive recluido en su casa junto a su madre y su hija. Desde hace dos años no sale de su vivienda y asegura que sus días se pasan durmiendo o viendo novelas turcas con su mamá.
Fabián es víctima de un sistema de producción perverso que pone por encima la necesidad de alcanzar ciertos rindes, antes que proteger la salud humana y el medioambiente.
En el 2006 trabajó como peón rural en una empresa de agroaplicación aérea. “Tuve contacto con un veneno y tuve este problema en el sistema nervioso que se llama polineuropatía tóxica severa, que me llevó a una pérdida masiva muscular, imposibilidad de caminar bien y pérdida de peso entre muchas otras cosas” comenzó a relatar sentado en su living.
Él elige una silla alta para estar más cómodo y la ubica frente a una enorme pecera. Ahí pasa horas observando a los peces, hasta que se aburre y se conecta a las redes sociales donde comparte desde chistes hasta noticias sobre agroquímicos y la legislación actual.
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“Diseñados para matar”
Fabián ha pasado años leyendo. Busca una explicación a lo que padece. Asegura que “para que estas sustancias te afecten puede pasar media hora como tres años. No depende del tiempo sino del contacto con la sustancia que tiene mucho poder porque están diseñadas para matar; al solo contacto te mata”.
Señaló que por estos productos se provocan abortos espontáneos y otras enfermedades graves.
El ex peón rural está al tanto de todo lo que sucede en la provincia, el país y el mundo respecto del uso de estas sustancias por lo que opinó sobre la prohibición del glifosato en Gualeguaychú.
Dijo que “lo de Gualeguaychú es una pueblada magnífica. Lo de Rosario y lo de Paraná también, pero una ordenanza nunca es efectiva si atrás no tiene el respaldo de las leyes provinciales o nacionales”.
También hizo referencia al rechazo de los Diputados al proyecto de agroquímicos. “Lo que cayó es la reforma que imponía el campo junto a sus socios. No cayó la ley. Por ejemplo, desde el 2003 en Basavilbaso hay una ordenanza ejemplar sobre manipulación de sustancias tóxicas que nunca fue aplicada. Actualmente las leyes de agroquímicos del país son obsoletas. Y nadie las cambia: ni el Ejecutivo ni el Legislativo porque todos ellos viven de esto. Es una gran complicidad”.
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“Ahora desde las sociedades rural dicen que van a hacer recursos de amparo con respecto al uso de una ‘herramienta de trabajo’. ¿Y saben qué? Les va a salir el amparo porque no hay una ley que lo respalde. Toda ordenanza se cae si no tiene una ley nacional o provincial detrás”, opinó Tomasi.
En cuanto a la mirada política del asunto, Fabián fue muy tajante con el oficialismo y la oposición. Por un lado remarcó que el Frente para la Victoria no hizo nada en 12 años, y que Cambiemos no lo está haciendo. “Todos los gobiernos han sido cómplices. Desde Menem, pasando por todos los Justicialistas y ahora Cambiemos. Todos reciben la plata de la soja”, concluyó.
“Los tarritos de veneno en la cabeza”
“Cuando ustedes quieran saber realmente qué es lo que pasa, se lo tienen que preguntar a Estela Lemes”, dijo Fabián dándole paso a su compañera de experiencias.
Coinciden en que no son ambientalistas, son afectados: “Somos los que nos llevamos encima los tarritos de veneno”.
A Estela la envenenaron en 2012. Recuerda que desde el 2006 se empezó a fumigar alrededor de la escuela rural Bartolito Mitre. “En 2010, 2011 y 2012 hice las denuncias a Ambiente Municipal aunque nosotros estamos fuera del ejido. Iban, constataban, hacían un acta y luego la llevaba a Producción de la Provincia. En 2010 filmamos un video con una avioneta fumigando el campo de enfrente. Daba la vuelta y caía todo el chorro abierto arriba de la escuela. Estábamos festejando el Día de la Madre y terminamos con todo el asado lleno de veneno; no lo pudimos comer. Era impresionante la cantidad de veneno que caía” recordó.
En 2012 hicieron una denuncia penal, pero lamentan que “nunca se llegó a nada”. En 2016, tras un análisis, constataron que la docente tenía glifosato en su sangre.
Las consecuencias son trágicas: “Me dejó una afección muscular muy grande. Se me están atrofiando de a poco los músculos de todo mi cuerpo; principalmente en el lado derecho. Además, la parte neuronal no tiene vuelta atrás. Eso ya está afectado y lo que se rompe, no se recompone”.
Este martes Estela debe internarse una vez más en el Centro de Neurología y Recuperación Psicofísica (Cener) de Galarza. Deberá permanecer allí durante 20 días para continuar su tratamiento.
“Trato de hacer todo lo que esté a mi alcance y más para tener una calidad de vida como la que tenía. Lo único que quiero es ser feliz, vivir en el campo y trabajar.
Lo que estamos pasando nosotros no lo elegimos; hay gente que quiere los bolsillos más llenos, que por llegar a la camioneta 4 x 4 la gente no mira qué es lo que hace ni la cantidad de veneno que tira”, dijo Estela.
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Un stop a Monsanto
Estela y Fabián están al tanto del nuevo plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana del Municipio de Gualeguaychú. Por un lado, Fabián fue crítico respecto al uso de los fondos provenientes de la soja, aunque Estela apuesta por la producción propia y las huertas en casa.
Tomasi fue concluyente en la manera de cambiar el rumbo: “Hay que romper con el sistema de cultivos transgénicos. Toda la vida se echó veneno en Argentina pero no la cantidad que se está usando ahora ¿Cómo haces para controlar 500 millones de litros solamente de glifosato? No hay manera de controlar eso. Hay 52 venenos más de los que nadie habla ¿Por qué únicamente se habla de glifosato? Porque al caer el glifosato se cae el paquete de Monsanto”.
Manifestó que “Monsanto intervino en la evolución de los cultivos solamente para que acepten los venenos que ellos fabrican. Al caer el glifosato que es la estrella de todo esto, va a caer todo el paquete”.
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“No necesito plata, necesito vida”
Tanto Estela como Fabián coincidieron en que cada alimento que compramos en un almacén o verdulería contiene restos de agroquímicos. “Todos los alimentos están contaminados; parece un discurso negativo pero es la realidad de la gente. Cuesta hacer una quinta porque nos han llevado al consumismo. Salimos de trabajar, compramos la comida y listo. Eso es facilismo y consumismo”, reflexionó el ex peón rural.
Fabián ha pasado noches enteras leyendo en su computadora y buscando información sobre la legislación de otros países. Contó que hace pocas semanas, en Francia se aprobó “una ley que amparaba a los afectados con un recurso donde la gente de campo depositaban fondos en un laboratorio. Si la medicina comprobaba que el alimento estaba afectado por agroquímicos, cubrían con dinero todo el tratamiento”.
“Yo en este momento no necesito plata. Yo necesito vida. Mi vida no es de la mejor, ni de las más opulentas. Lo único que necesito es normalidad para poder salir a trabajar. Nunca acepté un solo peso aunque me han ofrecido mucho”, dijo Fabián.
Aseguró que “históricamente el campo nunca ha ganado la plata que está ganando ahora. Más allá de las sequías, las inundaciones. Todo eso recibe una ayuda del gobierno, de baja de los impuestos… pero el campo nunca estuvo tan bien como ahora. El problema es que si esta sociedad empieza a pensar más con el bolsillo que con el corazón, estamos mal”.
Fuente: El Día - Gchú
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