Aníbal Caminiti, gerente de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI), explicó que la combinación entre menores costos de producción en Chile, precios deprimidos y el adelantamiento de los envíos deja a los productores locales prácticamente sin chances de competir. Señaló que, ante esta situación, el sector revisó su estructura de costos y detectó factores que podrían corregirse, muchos de los cuales dependen de decisiones provinciales y nacionales.
Tarifas eléctricas récord y pedidos sin respuesta
Uno de los puntos críticos es la energía. Según Caminiti, en Neuquén el costo eléctrico aumentó más de 300% entre abril de 2024 y abril de 2025. La entidad presentó una nota al ministro de Economía neuquino, Guillermo Koenig, en la que advirtió que, pese a tratarse de una provincia con hidroeléctricas y un ente estatal de energía, las industrias pagan “las tarifas más caras del país”.
También reclamaron al gobierno nacional una reducción del 50% del IVA que se aplica sobre el servicio eléctrico industrial. Desde la cámara remarcan que es una decisión que puede adoptarse por vía ejecutiva y que ya fue solicitada en reuniones formales, sin respuesta hasta el momento.
A pesar de ser exportadores, los productores no centran hoy el debate en el tipo de cambio. Sostienen que el problema principal es el costo argentino: impuestos altos, tarifas elevadas y un sistema laboral que encarece la actividad. Caminiti remarcó que las desregulaciones impulsadas por el gobierno nacional no alcanzan para restablecer la competitividad y que aún faltan decisiones “de fondo” que permitan volver a exportar en condiciones.
Desde el Comité de Frutas de Argentina vienen reclamando la agilización en la devolución del IVA exportador, que en la actualidad puede demorar un año o más. Para el sector, la lentitud administrativa también es un factor que erosiona la competitividad.
Un mercado saturado antes de que empiece la temporada argentina
El ingreso temprano de cereza chilena ya impacta en el mercado local, y se prevé que la situación se agrave cuando la fruta argentina llegue a las góndolas entre enero y febrero. Como el producto chileno entra suelto y en grandes volúmenes, los precios bajan de inmediato. Al mismo tiempo, los consumidores encuentran más oferta importada y a valores relativamente accesibles, lo que modifica la dinámica del mercado.
En enero y febrero de este año, las importaciones se triplicaron respecto del promedio de los últimos cinco años, dificultando incluso la colocación del producto nacional. Argentina produce unas 14.000 toneladas anuales, de las cuales la mitad se consume en el mercado interno. En contraste, Chile es un gigante global con 625.000 toneladas.
La problemática del sector no es nueva. En los últimos 17 años, las exportaciones de fruta fresca cayeron de 960 millones de dólares a 560 millones, según datos del Comité de Frutas de Argentina. En 2008, este segmento representaba el 80% de las ventas externas del complejo frutícola; hoy apenas llega al 24%.
Mientras tanto, sectores como el automotriz concentran mayor atención política y económica: exportan alrededor de 11.000 millones de dólares anuales, frente al 1% del PBI que representa todo el complejo frutícola.
Caminiti reconoció que esto vuelve al sector “casi invisible” para los gobiernos, pese a su impacto social: genera unos 150.000 empleos, la mayoría temporarios y asentados en economías regionales pequeñas.
“Sin políticas de acompañamiento es imposible crecer”
La superficie dedicada a la cereza está estancada desde hace quince años. Para la cámara, esa inmovilidad refleja la falta de previsibilidad y el peso de los costos internos. El gerente de CAPCI advirtió que, si existieran políticas oficiales orientadas a fortalecer la competitividad, el impacto sería inmediato en producción, empleo y exportaciones.
Por ahora, el sector enfrenta una realidad incómoda: precios en baja, un mercado interno saturado por fruta importada, costos crecientes y un Estado que —según observan— no está priorizando a las economías frutícolas.