El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, no debería sorprenderse si en estos días lo llaman del Libro Guinness de los Récords.
¿Cuál fue su "logro"?, el haber implementado el régimen de flotación cambiaria más breve de la historia: duró apenas dos días y medio.
Al ver que el dólar minorista se encaminaba a los $27, la intervención del Banco Central por casi u$s700 millones pudo haber tenido algo de lógica desde el punto de vista inflacionario: en tiempos de extrema sensibilidad, se busca que no haya un contagio adicional a los precios.
Claro que esta decisión no es gratis. Más allá del monto "quemado" en reservas, el costo se mide en términos de credibilidad.
Hace muy poquito, el jueves pasado, el titular del Banco Central decía en conferencia de prensa -al referirse al acuerdo con el FMI- que ya no se justificaba mantener el control cambiario.
Así, anunciaba el levantamiento de la megaoferta diaria de u$s5.000 millones que mantenía desde mayo. Una suerte de dique de contención para detener la corrida y dejar el billete verde en $25.
Ese día, Sturzenegger también dijo que la flotación podía implicar intervenciones esporádicas del Central, pero sólo cuando ocurrieran turbulencias que pudieran generar inquietud en el mercado.
A la jornada siguiente, en reunión con pocos periodistas, señaló que había que ir acostumbrándose a que el BCRA no fuera un jugador protagónico en el plano cambiario.
Sostuvo además que sería el ministro de Finanzas, Luis "Toto" Caputo, quien iba a vender dólares, pero no con el objetivo de influir sobre el tipo de cambio sino para hacerse de pesos y asistir al fisco.
Como parte del nuevo contexto, todos esos anuncios sonaban lógicos y bien alineados con la histórica postura del FMI de sostener regímenes de libre flotación.
El mensaje explícito era que no se iba a utilizar a la divisa estadounidense como "ancla" cambiaria ni a incurrir en una nueva etapa de atraso del tipo de cambio.
Es por eso que la intervención de este martes cayó como un baldazo de agua fría en la City: ahora, volvieron a quedar en duda muchas de las certezas y declaraciones de principios enunciados por el banquero central.
La City se llenó de preguntas
El escenario observado en este inicio de la semana sorprendió a propios y extraños.
Pocas horas después de que el Gobierno festejara el acuerdo con el Fondo Monetario y el respaldo internacional a esa decisión, el "mercado" volvió a pulsearle.
Los u$s56.000 millones comprometidos por el FMI y otros organismos internacionales de crédito no han servido, al menos hasta ahora, como soporte de las expectativas.
La teoría no se aplicó a la realidad. Y la Argentina, que supuestamente iba a quedar al margen de la volatilidad internacional, justamente porque ahora tiene un seguro, volvió a padecer la incertidumbre.
"Las expectativas están desancladas. La pared armada entre la asistencia del Fondo y una tasa que es altísima, del 40% anual, tampoco alcanzan para darle certidumbre a los financistas", señala a iProfesional un importante banquero.
"Pese al alto tipo de interés en pesos y al resguardo que ofrece el FMI, la onda dolarizadora sigue siendo muy fuerte", añade, un tanto perplejo por los movimientos que se observan en el mercado.
Más allá de cualquier incentivo, los inversores han preferido salir de sus tenencias en bonos a cambio de billetes verdes, lo que llevó al Banco Central a intervenir desde bien temprano, apenas se instaló la sensación de que la cotización podría trepar hasta los $27.
Sturzenegger prefirió sacrificar reservas antes que someterse a una nueva devaluación. Lo hizo a pesar de que el acuerdo con el FMI pone límites a la cantidad de divisas que puede perder en defensa de una paridad.
Es cierto que el Banco Central puede (y debe) ejercer su influencia en el mercado cuando ocurre un evento "disruptivo", pero lo que nadie se anima a predecir es cuánto tiempo más se mantendrá la incertidumbre y cuántas divisas terminará "quemando".
En otras palabras, lo que está en juego no refiere a si el BCRA puede o no intervenir sino, más bien, si a las tensiones se mantendrán y obligarán a Sturzenegger a seguir vendiendo dólares.
Porque está claro que, antes de hacerlo, no tendrá otra alternativa que dejar correr al tipo de cambio, tal como sucedió durante la corrida de mayo.
"Una cosa es suavizar una tendencia y otra muy distinta es defender un precio determinado del billete verde", refiere una reconocida fuente de la City.
La mala onda del mercado se vio reflejada también por el castigo sufrido por los títulos de la deuda: los bonos derraparon por segunda jornada consecutiva (esta vez hasta un 2,1%).
Para muchos operadores, esto es producto de la incertidumbre que hay en Wall Street sobre la economía argentina.
Por el lado de las reservas, la intervención de u$s695 millones hizo que cedieran hasta los u$s49.099 millones (u$s539 millones abajo respecto al día hábil anterior).
Sin oferta y con una incesante demanda, la única manera de atemperar los ánimos y lograr la baja de algunos centavos del tipo de cambio fue con esa masiva intervención. El volumen operado trepó a los u$s1.108 millones, el doble que al inicio de la semana.
La pregunta que va ganando espacio en la City, también en Wall Street, es a qué precio del dólar se estabilizará el mercado. Por ahora, la velocidad de los acontecimientos pareciera jugarles una mala pasada tanto a funcionarios como a inversores.
Hasta el último fin de semana, el Gobierno pareció ponerse por delante del mercado aun a costa de recurrir al FMI que, para muchos economistas, fue una opción tomada a las apuradas.
¿Optimismo apresurado?
Después de los fuertes movimientos de las últimas horas, en varios bancos de inversión ya se empezaban a preguntar si la visión del Gobierno -que mencionaba la posibilidad de un punto de partida tras el acuerdo con Washington- no lucía demasiado optimista.
En medio de tantas turbulencias, en esos emblemáticos rascacielos neoyorkinos los expertos comienzan a incluir la situación política de la Argentina en cada uno de sus análisis. La cuestión central refiere a la gobernabilidad.
A nadie escapa el hecho de que, tras el pacto con el FMI, el Ejecutivo debe encarar un ajuste de las cuentas públicas bien exigente. No sólo para lo que queda del año sino, sobre todo, hacia 2019, que es electoral.
Todo esto, en un contexto de alta inflación, en el que la suba del dólar trae un alto índice para mayo pero, sobre todo, para junio. En las consultoras ya dan cuenta de una cifra mensual cercana al 3%.
Sturzenegger también advierte un empeoramiento en este sentido: "Los indicadores de alta frecuencia muestran una aceleración (de la inflación) en junio".
En este marco, mantuvo la tasa de interés de referencia en el 40% anual, un nivel que lastima a la actividad económica pero que el Gobierno está dispuesto a pagar con tal de que no empeoren las tensiones.
El banquero central no intervenía en el mercado vendiendo dólares desde el 15 de mayo, cuando lo hizo por u$s700 millones a $25. Fue justo el martes de licitación de Lebac, cuando tuvo que renovar un monto récord de $674.000 millones.
Después de ello, el Banco Nación fue el encargado de vender a diario divisas para abastecer al mercado y calmar el ascendente precio del billete: u$s2.400 millones del 29 de mayo al 7 de junio.
Parecía que el acuerdo con el FMI abriría una nueva etapa en el que el intervencionismo no iba a ser necesario, pero la jornada financiera del martes demostró que no es así.
Para algunos economistas, que siempre se mostraron escépticos sobre la viabilidad de un sistema cambiario de flotación, no fue una sorpresa.
De hecho, al inicio de la jornada, el influyente como Juan Carlos de Pablo se permitía dudar sobre la duración del nuevo régimen: "Todos sabemos cómo es Argentina: todo es por ahora. Si mañana el dólar llega a 50 pesos, ¿no van a intervenir?".
El Banco Central se encargó de darle la respuesta sin esperar a que la cotización llegara tan lejos. En este marco, muchos en la City recordaron el consejo que le dieron importantes economistas a Nicolás Dujovne en el marco de un encuentro al que fueron invitados.
En esa reunión, de la que participaron, entre otros, Miguel Ángel Broda y Ricardo Arriazu, le hicieron saber al funcionario su descreimiento sobre la sostenibilidad de la flotación cambiaria.
La rápida acción del Central parece confirmar que en el Gobierno, por más que proclamen las bondades de ese sistema, no hay cosa más estresante que la volatilidad del billete verde.
Fuente: iProfesional