Desde que se posicionó como uno de los "escasos" encuestadores que pronosticó ya en julio pasado que Alberto Fernández tenía serias probabilidades de imponerse en primera vuelta, son muchos los actores sociales que prestan atención a sus palabras. Se trata de Federico González, quien en diálogo con iProfesional sostuvo que el Frente de Todos obtendrá un porcentaje cercano al 54% de los votos en las generales del 27 de octubre, tal como obtuvo Cristina Kirchner en 2011.
En la conversación, el analista político realizó un pantallazo del panorama electoral, opinó sobre la estrategia del Gobierno de cara a las elecciones generales del 27 de octubre y compartió su visión acerca de la interna del peronismo.
-¿Cuál es el panorama electoral que está observando?
-Al escenario político actual, desde el punto de vista estrictamente político, lo veo convulsionado. Existe una situación económica muy complicada y no hay demasiados elementos para pensar que va a mejorar.
Desde lo electoral, nuestra encuesta publicada el 20 de agosto indica que la brecha se estaría amplificando de cara octubre. Así, la diferencia, en vez de 15 puntos, sería de más de 20. Es decir, Frente de Todos llegaría a casi 54 puntos, mientras que Juntos por el Cambio estaría en 33%. Cerca del mágico número del 54% de Cristina en 2011. Fundamentalmente, de acuerdo a lo que estamos relevando, Alberto Fernández captaría algunos votos de Lavagna y algunos de la Izquierda, pero eso no le suma mucho, aunque conserva los que ya tiene.
Especialmente, él captaría a las personas que no fueron a votar. Con esto se derrumba otro de los que, a mi juicio, son mitos en los que creía el oficialismo: que si va más gente a votar se va a favorecer. Creo que eso está basado en un dato histórico de lo que sucedió en 2015 y 2017, que no condice a lo que pasa ahora.
En el conurbano profundo de Buenos Aires, en octubre los ausentes en las PASO van a votar a Alberto Fernández. No fueron ahora a sufragar porque entendieron que no era obligatorio hacerlo, ya que no se definía nada, que los datos "no valían".
-¿Por qué una mayor presencia de votantes no beneficiará al oficialismo?
-Es que los votantes de Cambiemos, que son de un nivel de información mayor, ya fueron a las PASO porque tomaron la prédica del Presidente que se jugaba el futuro de los próximos 30 años de la Argentina. Por eso, ya fueron a votar. Entonces, el electorado del oficialismo ya está exprimido. En cambio, el de Alberto Fernández tiene una parte que no se expresó todavía en las urnas.
-¿Macri puede revertir los resultados y llegar a un balotaje?
-Creo que acá hay que distinguir entre lo posible y lo probable, las posibilidades siempre están abiertas y todo puede ocurrir. Alberto Fernández y los miembros de esa agrupación pueden quemar 30 cajones de Herminio Iglesias, la situación económica puede enderezarse de un día para otro o en poco tiempo, está dentro de las sorpresas que puede haber.
Pero dentro de lo probable, creo que es casi nula la probabilidad de que pase algo que le permita al Gobierno revertir la situación al punto tal de llegar a una situación de balotaje. Hoy, no hay nada que indique eso.
El tema me parece que está cerrado, la polarización va en aumento y no quedan muchos votos por repartir. Sólo un milagro salva al Gobierno de perder en primera vuelta, como parece que va a ocurrir.
-¿Cómo evalúa la estrategia de comunicación de Macri después de las PASO?
-Según las encuestas que hicimos, las expresiones del Presidente Macri fueron tomadas de forma negativa. Por un lado, el día de la derrota y la jornada posterior, responsabilizó a los argentinos de que no supieron interpretar su mensaje y que ahora van a venir las consecuencias, como las represalias negativas de los mercados (que es lo que sucedió), y responsabilizó a la oposición por no ser clara en su mensaje.
Además, mencionó que esa incertidumbre empobreció a todos los argentinos. Es decir, un catálogo de la negación, que en un primer momento se lo puede atribuir al shock de la derrota, pero el discurso del día después ya fue más pensado y elaborado.
En resumen, la ciudadanía entiende que esas expresiones son poco felices y las valoran negativamente. Asimismo, manifiesta que después de escuchar eso les dan menos ganas de votarlo, más allá de si pensaban o no hacerlo. Con excepción de la gente que ya votó a Juntos por el Cambio y va a volver a votarlo, quienes ven a las declaraciones como positivas.
Y en cuanto a las medidas anunciadas en los últimos días, cuando también Macri pidió disculpas, ahí medimos que hay un patrón negativo en la gente, aunque no tanto como los días previos. Algunos manifestaron que "ahora quiere quedar como bueno" y que no le creen. Otros dijeron que el hecho de que se disculpe no lo salva, pero que quedó mejor que no haberlo hecho.
Por su parte, los votantes de Juntos por el Cambio lo ven como positivo. Pero en el fondo hay un efecto negativo de no credibilidad hacia cualquier cosa que haga el Presidente, sobre todo cuando tiene un tinte electoralista u oportunista, de poco alcance en el tiempo.
-Sobre este tema, ¿siente que el Gobierno tomó un giro populista con las últimas medidas?
-Me parece que el Gobierno está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para revertir la situación, aun cuando eso implica ir en una línea diferente a su ideario. Entonces, si el populismo le sirve, ahora va con eso.
Hay un fondo de pragmatismo en el oficialismo. No es algo nuevo, porque siempre lo tuvo, pero ahora es de supervivencia. Creo que las medidas llegan tarde, son inciertas en cuanto a sus beneficios y en la importancia que puedan tener. Por ejemplo, la eliminación del IVA con respecto a cómo la inflación igual va a afectar a los precios. El Gobierno dilapidó muchos recursos, pero uno que no es menor es que dilapidó el tiempo. No tiene tiempo para revertir lo que no pudo resolver en más de tres años y medio.
-¿A quién beneficia la volatilidad?
-La volatilidad electoral tiene como contrapartida la volatilidad de los mercados. Entonces, puede beneficiar a algunos oportunistas que pueden manejarse en situaciones de alta turbulencia.
Después, claramente, no beneficia al Gobierno y uno podría pensar que puede beneficiar a la oposición, a Alberto Fernández, en la medida que el oficialismo no acierte, ya que en términos relativos gana puntos aun sin intervenir, por contraste.
Claro que eso también tiene un límite, porque si la cosa se pone complicada tampoco es bueno para el que vaya a suceder a Macri. Primero, porque hay un sentimiento de descreimiento de forma muy generalizado; y, segundo, porque la situación económica que recibiría sería muy complicada para arrancar con una nueva propuesta. En definitiva, creo que en términos generales no beneficia a nadie.
-¿Cómo puede configurarse la pelea electoral de cara al 27 de octubre?
-Lo que vaya a ocurrir con el triunfo del peronismo es un nuevo problema. A veces, los problemas de un país no se resuelven sino que se cambian por otros. Hoy están los que tiene el Gobierno, después tendremos los eventuales beneficios y problemas que tenga la nueva gestión. Ya nace con un problema que es ver cómo se reparte el poder.
Creo que ahí hay tres polos de poder: uno es el del Presidente (en este caso, sería Alberto Fernández), otro es el de Cristina Kirchner y otro es Sergio Massa, quien más allá de ser un socio minoritario, es socio al fin.
En ese eventual triángulo de influencias, donde el Presidente tendría el poder formal, Cristina tendría los votos y Massa asumiría un rol arbitral. Por pensamiento, él está más cerca de Alberto que de Cristina, por lo que podría ser un aliado estratégico. Pero bueno, tensión debería haber. Después hay que ver si se ve una coexistencia pacífica o una interna feroz. Eso no lo sé porque estarían Cristina, Axel (Kicillof) y La Cámpora en una provincia importante como es Buenos Aires.
-¿Por qué las encuestas fallaron tanto?
-Creo que se pueden decir muchas cosas sobre las encuestas, pero en el caso de las PASO influyeron diversos factores: el primero es que muchos encuestadores, por cuestiones de economía, practicidad, costumbre, rapidez e inmediatez, se inclinan por las encuestas telefónicas automatizadas (o IVR).
Me parece que ya no van más, es una tecnología que no se sostiene porque su coeficiente error se aplica cuando hay más datos que error. Pero cuando se tiene más error que datos, ya es cualquier cosa. Es decir, nadie toma ese dato como un "insumo final", sino como "insumo a trabajar". Y cada uno tiene un coeficiente de corrupción, de lo que se sabe que es el sesgo de esas encuestas.
Me refiero a que este sistema es claramente favorable a los sectores de clase media y, por ende, a Mauricio Macri. Sumado a que participan los sectores más politizados; por lo tanto, amplifica la grieta y deja de lado a los que son más indiferentes y a los menos pasionales en cuanto a la política.
De esta forma, los resultados convergieron a eso y generaron datos equívocos. Es decir, estas mediciones generaron un clima de paridad, de pequeña diferencia, que era simétrico con el discurso oficialista, que sostenía la idea de que "el Gobierno la tiene complicada en las PASO, mejora en octubre y luego gana el balotaje".
En conclusión, se generó un marco que sobredimensionó los resultados, y otro mito fue la invencibilidad de María Eugenia Vidal, ya que no se pensaba que iba a perder.
Después está el "efecto de la mayoría", el peso de la norma grupal en el individuo (group thinking). Entonces, nosotros, los que teníamos diferencias y no dudábamos que el triunfo iba a ser de la oposición, porque nuestros números indicaban eso, en un momento teníamos miedo de errarla mucho cuando todos decían que estaba pareja la elección. Y eso influyó mucho, porque esa falsa paridad estableció como un ancla para los disidentes a esa información.
Fuente: iProfesional