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16/06/2020

Sin Justicia Social no existe Justicia Ambiental

 

Y sin justicia ambiental no existirá justicia social. En el litoral argentino se debaten, como procesos casi lineales y separados, la expropiación de Vicentin SAIC; los incendios fuera de control en el Delta; la veda pesquera en el poder judicial provincial, que si es total o parcial, si debe haber cupos de exportación.

¿Se vinculan estos escenarios en algún punto? ¿Existen posibles puentes que los encuentren?

Quizás el mayor puente que los vincula es la bandera de la "República Unida de la Soja de Syngenta", emblema que con tanta frialdad y espanto parece simbolizarlo todo, en una falsa unión de Naciones que, además, quita de los territorios sus banderas y fronteras nacionales, las propias y las reales, las de los ecosistemas que allí resisten la invasión transgénica de todos sus mundos de vida que luchan por sobrevivir.

Vicentin es, infelizmente, una de las mayores expresiones corporativas privadas de esa bandera, la del extractivismo voraz, arrasador de bosques, selvas y montes, que deja una huella ecológica casi imposible de cuantificar. Es la bandera que demuele también la diversidad cultural productiva, de historias de pueblos indígenas, inmigrantes y mestizos, que desde el interior más profundo de estas tierras tanto brindan en conocimientos, trabajo y culturas, de cara al Cono Sur y mucho más.

Los fuegos en las islas es la consecuencia dantesca del exilio de la ganadería a los humedales expulsada de la pampa y las tierras firmes, fruto de la simplificación del modelo productivo sojero que esa bandera pone en lugar del sol o las estrellas, con un poroto de soja modificado genéticamente.

La crisis en las pesquerías responde al mismo modelo extractivista, profundizado por los representantes oficiales y privados del modelo agroexportador que se aferra a más de lo mismo, que toma a las industrias pesqueras como parte de ese mismo concepto que saquea los ecosistemas y los bienes ictícolas a partir de la voracidad de una bandera que en cada uno de sus movimientos en el aire virtual de las bolsa de valores de Chicago, vacía los bosques, los  montes y las selvas los territorios de la cuenca del Plata, empuja a los campesinos hacia las ciudades, a los indígenas y comunidades que convierte en refugiados ambientales que emigran hacia las concentraciones de lo absurdo, perdiendo sus lenguas, historias, sueños y futuros posibles. La extrema y sostenida bajante es la expresión más espeluznante de la puesta en jaque de los procesos del ciclo del agua que tan claramente exponen los principios rectores de lo que debería ser la política hídrica y de las cuencas y sus territorios, aprobados e incumplidos a partir del año 2003 en la Argentina.

 

Horizontes de lo posible

Ahora, no se puede iniciar un camino de transición democrática hacia la sustentabilidad de los territorios y la recuperación de sus culturas productivas a escala humana, sin justicia social.

No se puede hacer nada con Vicentin, si no es pensando en la transición de sus trabajadores hacia procesos de agricultura familiar, agroecología y cadenas locales y de cercanía de comercio justo, por ejemplo.

No se puede hacer una veda total o parcial, sin un cuidado delicado y comprometido de ejercicio activo de justicia social para las 3.000 familias de pescadores en el gran delta argentino.

No se puede resolver el drama de los incendios, si no es con su Comité de Cuencas en pleno, sistemático y activo ejercicio, como ahora sí lo ha decidido el ministro de Ambiente de la Nación y las provincias involucradas, hace muy pocos días, lo que es una celebración aún contemplativa de que es ése el camino posible para una transición sana en el Delta, que defina de una vez por todas el ordenamiento ambiental de su territorio de humedales, sus usos para la agroecología, las pesquerías, la ganadería y el ecoturismo.

Y Entre Ríos deberá dejar de mirar para otro lado y finalmente también, dictar de manera participativa, los tres decretos reglamentarios aún inexistentes, de las Leyes que declaran Área Natural Protegida, al río Paraná Medio, a los humedales del ejido de Victoria, y al río Uruguay en sus Humedales aguas al sur de la provincia.

Y en los tres escenarios, el tema recurrente y éticamente frontal es “el hambre”. Título justamente de un libro fantástico de Martín Caparros que todo lo dice, todo lo expone. Allí, aparece la comprensión quizás más radical del patriarcado feroz y destructor de la madre tierra y sus madres, las mujeres, como estos ríos y sus deltas, escenarios en disputa entre las corporaciones mega exportadoras y las gentes y comunidades que lo habitan, usan y aman.

Entonces resulta central el debatir con los trabajadores de carne y hueso de Vicentin, con los pescadores, con los campesinos y los agricultores familiares, con los pueblos originarios, cómo entre todos construimos ese volver al río y la tierra para las mayorías, para la promoción social y familiar y no como una distribución simplificada de dineros asistenciales que vengan de las retenciones de un modelo que nos va comiendo vivos, paso a paso, día a día, vaciando de cultura, tierra y aguas saludables, malditas venas abiertas de esta Sudamérica toda.

Finalizando, el debate es sobre las soberanías, la alimentaria (Vicentin), la de nuestros ríos (cooperativas de pescadores artesanales), economía social de los ríos y sus cuencas, diversidad productiva para una agroecología en humedales (incendios) y un ordenamiento ambiental de los territorios que rescate los conceptos de corredores bioculturales.

No es la bandera del poroto sin alma ni músicas, es las banderas de mil colores de las diversidades del amor y sus pueblos, de la creatividad y los cantos, bien pero bien en plural.

Por estas razones, no nos debe seguir dividiendo a los argentinos esto de blanco o negro en Vicentin; el Delta, o Rosario o Victoria. Quizás debemos poner a fojas casi cero la reconstrucción del contrato social, no el institucional, de una capacidad de conversación política que priorice los principios de equidad intergeneracional, justicia social y ambiental hermanadas, progresividad hacia las diversidades culturales, productivas y ecológicas, para esculpir una Agenda Verde mayor, que ya no será la del Encuentro Verde por Argentina, o la de aquellos movimientos ambientales y ecologistas que frenaron mega proyectos faraónicos y super extractivistas en los grandes ríos o la Patagonia, o como la privatización minera del agua en Mendoza. No, será la agenda de todos los partidos políticos comprometidos desde sus posiciones políticas para construir una más que democrática transición hacia la recuperación e integración sentida desde todas las almas, con la madre tierra como un bien común y colectivo del que simplemente somos un protagonista más, si aún queremos seguir siéndolo.

 

Por Jorge Oscar Daneri  - Abogado, integrante de la Unidad de Vinculación Ecologista (UVE) de Fundación La Hendija de Paraná, Entre Ríos. Miembro de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.

 

Fuente: NOTICIAUNO

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