Sentirse solo es un mecanismo biológico como tener hambre o sed, pero la diferencia está en que una persona puede comer o beber y se acaban sus problemas, pero no puede salir a la calle y gritar ¡quiero tener amigos!" para llenar ese vacío, dice Manes que, entre otros cargos, es presidente de la Federación Mundial de la Investigación Neurológica y fundador del Instituto de Neurología Cognitiva de Argentina.
Además de mantener bajos los niveles de colesterol y de la glucosa en la sangre y evitar la hipertensión, el cigarrillo, el estrés y el sobrepeso, hay que ser asiduos a cosas que le hacen bien al cerebro, como el ejercicio, la vida social, los desafíos intelectuales como aprender un idioma o a tocar un instrumento musical y procurar dormir bien, dice. En lo de vida social entra el combate de la soledad.
Manes explicó que "hoy sabemos que cada emoción básica está relacionada con una red neuronal específica. A su vez, estos sistemas neurales están interconectados entre sí y esto es fundamental que sea así porque muchas veces en la vida diaria tenemos que enfrentar situaciones emotivas que requieren de más de una emoción. Las pasiones, como denominaban a las emociones los griegos, son las que nos hacen únicos como especie animal".
Y la soledad hace que la persona sienta emociones intensas que repercuten luego en su organismo. De acuerdo a la opinión de Manes, la soledad crónica es incluso más peligrosa que el alcoholismo o la obesidad, y, según afirmó el neurocientífico, puede llegar a matar a la persona. Aislarse es lo peor que puede hacer un individuo.
El científico escribió el libro Usar el cerebro junto al periodista argentino Mateo Niro, y también El cerebro argentino, que presentó este año en la última edición de la Feria del Libro, y que ofrece una invitación a pensar cómo somos los argentinos y a encontrar, entre todos, los caminos para lograr el desarrollo individual y social.
En su opinión, aunque los cerebros de argentinos, rusos, chinos o españoles, por nombrar algunas nacionalidades, son biológicamente similares, la ciencia ha demostrado que se puede hablar de un cerebro específico de un país. "Hoy sabemos que la cultura, las historias compartidas, las memorias colectivas y la gente que nos rodea crean esquemas mentales", dice.
La ciencia ha avanzado más en el conocimiento del cerebro en los últimos tiempos que en toda la historia de la humanidad, pero aún queda por aprender del "único órgano que trata de entenderse a sí mismo".
Manes se ríe del "mito" de que el ser humano solo ha desarrollado un 10 % de la capacidad cerebral. "El que inventó eso seguramente solo desarrolló ese 10 %", dice.
Aunque sabemos de los mecanismos de la memoria, toma de decisiones, proceso creativo, lenguaje y de cómo las emociones influyen en las conductas, falta responder preguntas difíciles. "No tenemos idea de cómo los circuitos neuronales dan lugar al pensamiento íntimo y subjetivo", señala.
Uno de los descubrimientos más interesantes, a su juicio, es que es un órgano que "no puede ser entendido en una conexión aislada sino en una conexión social". Esa condición ha hecho que la especie humana esté en el lugar que está en comparación con otros animales y haya sobrevivido.
Aunque "maravillosa", la tecnología debe ser usada con "cautela" porque la ciencia desconoce todavía qué efectos puede tener en un cerebro en desarrollo "ya que hasta los 20 años no se desarrolla por completo".
"Un uso exhaustivo de la tecnología agota nuestros recursos cognitivos, que son limitados, y puede generar estrés o adicción", afirma.