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30/10/2017

El desafío de romper los hechizos

Los mandatos contundentes obligan a cumplir altas expectativas.

 

Las elecciones de medio término que dieron el triunfo al gobierno y que dan por resultado un parlamento ideal para construir políticas de consenso, para construir acuerdos sostenibles, para abrir las conciencias con debates profundos,  es una oportunidad que deberíamos aprovechar todos. No solamente la dirigencia política sino la sociedad en su conjunto.

Nunca desde el 83 hemos aprehendido los ciclos que signan nuestro devenir político institucional, desde Alfonsín hasta Cristina, todos atravesaron sus momentos de gloria y luego sobrevino la frustración.

El Alfonsín del 85 tuvo su paraíso antes caer al abismo, Menem tuvo su momento de inmortalidad hasta que se obnubiló y se corrompió desde las entrañas del poder, y Néstor y Cristina se ahogaron en su propia oscuridad de mentira, corrupción y locura, después de aquel 54% que la beatificó, la corrupción la fagocito.

Está claro que los argentinos funcionamos sincrónicamente y con una simultaneidad sorprendente, construimos pensamientos colectivos vertiginosos que nos amalgama entre  amores y odios.

Nuestros gobiernos no nos resultan indiferentes porque nuestra realidad de cada día es intempestiva, no tenemos calma, no tenemos descanso, no tenemos confianza, vivimos alterados y atravesados por la coyuntura, vivimos de mentira en verdad sin saber muy bien cuál es cuál.

Matan un fiscal, hay bolsos con plata en los monasterios, nos desaparece un mapuche. El mundo se nos cae cada dos por tres. Esa emoción a flor de piel nos hace dignos de ansiolíticos permanentes. Debemos tratar de buscar el alta.

El paradigma que parece estar alumbrando trasciende la verdad y la mentira para alojarse en la transparencia.

Quizás si advertimos nuestro comportamiento encontremos ahora una oportunidad.

Si cultivamos la paciencia, la observancia de la virtud y la tolerancia podremos alejar nuestras pasiones y en ese interregno pensar.

Hoy amparados en el gran triunfo de cambiemos vamos a esperar ser Alemania en dos años.

Pues no, es probable que debamos atravesar muchas dificultades para que nuestra realidad cambie.

Pero eso no debe ser lo importante, lo importante hoy es no treparnos al habitual sube y baja de las expectativas desmesuradas o de las condenas prematuras. Lo importante hoy, es estar atentos a los profundos cambios que debemos sortear para que este estado funcione, para que haya justicia y con ella república, para que las reglas económicas sean claras modernas y se sostengan en el tiempo, para que se construya movilidad social real con educación y salud pública, igualdad de oportunidades, se ordenen y fortalezcan las economías regionales como variable de crecimiento inclusivo, federal  y de abajo hacia arriba.

Todo eso tiene que pasar en esta Argentina arrasada, y todavía no sabemos cómo, con que herramientas el gobierno nos llevara a ese destino. Lo importante es custodiar el camino.

 No es determinante si vamos sobre una tortuga o una liebre. Lo que nos debe ocupar y preocupar es que sea posible, inclusivo y genuino.

Nos debe interesar que no haya corrupción, que se condene a los que cometieron delitos contra el estado. Hoy un emblema de la corrupción en el estado como lo fue Julio De Vido, dormirá en la cárcel tras su desafuero. Ese accionar libre e independiente de la justicia y del parlamento es lo que debemos custodiar.

Debemos aprender a ver la política transparente, sin atributos, solo ver lo que es, no lo que queremos que sea

Es necesario que comprendamos que el éxito o fracaso depende mucho de que entendamos el rumbo y lo compartamos, no depende de los resultados, porque los resultados es probable que no los veamos en el corto plazo, menos en dos años.

Mientras la  sociedad debe estar atenta al rumbo, la política debe resolver  sus formas y sus vínculos.

Está claro que algo se rompió definitivamente y eso roto es la forma en que los dos grandes partidos se concebían  así mismos, tanto el peronismo como el radicalismo.

Si bien es cierto que hace tiempo ya, la política de alianzas imperó, recordemos que Alfonsín fue el único que asumió desde la UCR pura, de Menen para adelante fueron frentes o alianzas, empero, la dirigencia  no ha tomado en serio aún la construcción de una verdadera política de acuerdos.

Ese, es el gran desafío de Cambiemos, tanto la UCR, como el PRO, sus actores principales deberán encontrar las nuevas formas sin sometimiento y sin amputaciones, con grandeza, confianza y mucho trabajo. La construcción de los consensos sobre presupuestos mínimos ha de ser desde ahora un trabajo diario, no postergado hasta la próxima contienda electoral.

La modernización de la política y su vínculo con la sociedad, así como las expectativas y los mandatos de la sociedad a la política deben cambiar para romper el hechizo al que el pensamiento mágico siempre nos condena.

 

*Gracia Jaroslavsky es periodista, exintendente de Victoria, exdiputada nacional y dirigente de UCR.

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