La interacción con dos presidentes signó los primeros días de Alberto Fernández ya no como candidato, sino como presidente electo: Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Brian Gallo, presidente de mesa en una escuela de Moreno, en la provincia de Buenos Aires.
Luego de que se viralizara en redes sociales el maltrato a Brian Gallo, estigmatizado por su vestimenta tras la circulación de una foto suya ejerciendo como presidente de mesa en una escuela de su barrio, Fernández tuvo una reacción que sorprendió y conmovió. El presidente electo casi que inauguró su nuevo rol recibiendo en sus oficinas de calle México al joven y a su familia.
Alberto y Brian conversaron, se rieron, se abrazaron y produjeron la que quizás sea una de las fotos más simbólicas de los últimos tiempos. El futuro presidente de los argentinos se puso la icónica gorrita del joven padre y trabajador que había sido tildado de “pibe chorro” en las redes sociales.
Ese gesto graficó la necesidad de romper con ideas e imaginarios instalados basados en la discriminación, la estigmatización y la falsa meritocracia. También la importancia de la reivindicación de los sectores populares como sujeto social transformador y la esperanza en una sociedad con justicia social e igualdad de oportunidades.
A primera vista, surgió el contraste con aquella otra foto del presidente Mauricio Macri recibiendo y felicitando en la Casa Rosada al policía Luis Chocobar, procesado por homicidio luego de matar a un ladrón.
Alberto, con sus palabras hacia Brian, ratificó esa comparación: “Esto que te pasó es producto de una política que a vos te hace peligroso y al policía que mata por la espalda, un héroe”, le dijo al pibe de Moreno.
Horas después, en diálogo con otro presidente, el de Estados Unidos, Alberto dejó fuera de foco las insistentes predicciones negativas respecto de las futuras relaciones exteriores.
El presidente electo recibió el llamado de Donald Trump, quien más allá de los saludos protocolares, le expresó el vaticinio de que hará “un trabajo fantástico”, le pidió conocerlo “lo antes posible” y se puso a tiro de teléfono para colaborar en uno de los tantos aspectos complejos que deberá abordar la nueva gestión: la negociación con el FMI.
La respuesta de Alberto fue aún más lejos. Después de cuatro años que evocan las peores “relaciones carnales” con el país del norte sin recibir nada a cambio, le propuso a Trump “una relación madura”. Los pájaros de mal agüero seguramente se atragantaron al ver los primeros indicios de un vínculo que desde su germen aparece no solo como bueno, sino como digno.
Hace tan solo una semana atrás vivíamos horas de mucha expectativa. Todas las elecciones son importantes, pero no recuerdo otra que haya generado la ansiedad que generó esta última. Quizás porque todos sabíamos que el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner inauguraría un nuevo capítulo en la historia de la Argentina.
Quizás sea pronto para que la opinión pública se forme una idea del tipo de presidencia y de liderazgo que ejercerá Alberto. Lo conocen por su rol como jefe de Gabinete y por su perfil de candidato. Pero los que lo conocemos desde siempre sabemos, y así lo dijimos en reiteradas oportunidades, que será un jefe de Estado con las dosis justas de apertura, pragmatismo, responsabilidad y sensibilidad.
Estos gestos de Alberto nos llenan de confianza en el futuro que está a la vuelta de la esquina. Y también hacen más grande la decisión de Cristina, quien como enorme estadista que es, supo ver lo que nadie veía y diseñó una estrategia clave que dio vuelta el tablero y sentó las bases del triunfo.
Así lo entiende el peronismo y las fuerzas aliadas que componen el Frente de Todos y así lo comprobaron esta semana un pibe como Brian y un presidente como Trump. Y seguro tomaron nota todos los pibes como Brian y todos los presidentes como Trump, ya que a muchos jefes de Estado que lo saludaron por la victoria Alberto les hizo llegar un mensaje de cordialidad y voluntad de diálogo, pero sobre todas las cosas de dignidad y compromiso con los intereses del pueblo. Otra expresión de esa Argentina de pie que se hizo consigna.
En estos primeros días de transición estos hechos nos dieron la medida de la capacidad de Alberto para conducir este proceso. Muestras gratis de un nuevo paradigma de pensamiento del mundo y de la vida. Gestualidad de una cosmovisión diferente a la que gobernó los últimos años.
En este camino que arrancó hace varios meses, Alberto fue construyendo confianza sin cesar y superando expectativas. Lo logró porque desde el principio fue plenamente consciente de la enorme tarea que suponía encabezar este frente tan amplio y diverso, así como será gobernar la tierra arrasada que dejará Cambiemos.
Con estas interacciones, Alberto sintetizó la clave del pacto social que fundó Cristina con generosidad y estrategia política. Ahora resta que todos lo entendamos, lo internalicemos y lo reflejemos en cada acto de nuestra vida cotidiana y, en nuestro caso, de nuestra vida política.
Ese pacto social que abarca desde Brian hasta Trump es la clave del inicio de un nuevo tiempo que demandará responsabilidades importantísimas en una Argentina que deberá lidiar con los terribles problemas que deja el gobierno de Macri, en medio de una región convulsionada y con conflictos entre potencias mundiales. Y conllevará enormes transformaciones que ya están sucediendo.
Por Sergio Urribarri (PJ) - Exgobernador de Entre Ríos (2007-2011) y (2011-2015).
Fuente: NOTICIAUNO
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